Para los que no lo sepan, como yo hasta hace poco, La Rayúa, sito en la calle Fundadores, 1, de Majadahonda, es la nueva iniciativa de la familia Verdasco.
Adalides de la defensa del cocido madrileño en la comunidad de Madrid desde hace mucho tiempo, no les ha temblado la mano para montar una nueva iniciativa donde se trata el producto de la misma forma que lo han venido haciendo década tras década.
El cocido se presenta en dos vuelcos y se prepara en la ya típica cazuela de barro “Verdasquil” al calor del carbón.
El primer vuelco es de sopa, que sirven directamente desde la cazuela a cada comensal en un plato con los fideos ya cocidos. Aunque ya son profesionales en la interpretación, hay que tener cuidado con las salpicaduras por lo que es recomendable parapetarse detrás de la servilleta.
Una sopa bastante densa y sustanciosa, con un curioso color oscuro, probablemente fruto de la lenta cocción conjunta de todos los ingredientes. Sin embargo me pareció que el sabor no mostraba todos los matices que se hubieran podido esperar de dicho color.
La experiencia me lleva a pensar que con un color como ese la intensidad del sabor tenía que ser mayor, aunque, de cualquier forma, hay que ser justos y decir que el sabor estaba bien conseguido y gustó a la audiencia.
Como acompañamiento a la sopa se ofrecen las guindillas y cebolletas, además de la salsa de tomate y la verdura para acompañar al resto. No hay mucho que hablar de ellos, únicamente recalcar que la verdura estaba bien cocida y con buen sabor. A mi parecer fue de lo mejor del conjunto.
El segundo vuelco es, como se pueden imaginar, el resto del que hablábamos antes.Al igual que antes lo vuelcan los camareros.
De la amalgama se pudo apreciar patata, chorizo, pollo, jamón, morcillo y tocino sin veta, aparte de los garbanzos. Estos últimos tenían un sabor bien conseguido, así como el punto de cocción, algo destacable dado el envase usado para su creación.
De resto de ingredientes sólo comentar que estaban correctos de sabor, aunque a veces costara identificarlos al estar bastante desechos. Un ejemplo claro de esto fue el tocino que me costó encontrar y sobre todo disfrutar al haber quedado reducido prácticamente a la nada.
Como resumen, podemos decir que el cocido no nos sorprendió en demasía a conocer el formato de presentación y las bondades y defectos de la misma. Personalmente prefiero otros formatos que permitan definir los ingredientes con más detalle y dar la importancia a los principales. Aún así el cocido estaba bueno, no piensen lo contrario, y es una buena opción para probar si no se conoce el clásico de la familia. Además siempre son de agradecer las iniciativas que protejan este gran plato.
Nota final: 5,75